Geotecnia de Calidad

jueves, 15 de marzo de 2012

LA TUNELADORA INFELIZ Y EL RATONCITO PÉREZ


Hubo un tiempo, no tan lejano, en el que las tuneladoras horadaban a sus anchas, cuales voraces gusanos, el subsuelo de Barcelona. Hasta cuatro de ellas al  mismo tiempo en 2.009-2.010 para el túnel de la línea 9 del metro, y otra más para el AVE de Sagrera a Sants, esa que pasó junto a la Sagrada Familia sin derribarla, a pesar de los malos presagios de quienes quedaron esquemados por el desastre del Carmel.
 
Trabajé haciendo sondeos para todas ellas, a veces con la presión de tener que terminar la perforación en un plazo breve, ya que la tuneladora no podía detenerse, lo que suponía, según me decían, un coste de unos cien mil euros diarios. Ahora en cambio, dos de las tuneladoras de la línea 9 están detenidas desde hace meses por la crisis, una bajo la plaza Lesseps y la otra en Capitán Arenas. Su encuentro y salida sucesiva por el pozo de Mandri no sabemos cuando se producirá, Y yo me pregunto ¿será esto el nuevo modelo de eficiencia económica que necesitamos?
Incluso cuando las tuneladoras eran felices, a veces debían detenerse, para labores de mantenimiento de sus maltratados discos. Sin embargo hubo una que estuvo parada durante más de un año, por culpa del terreno que los geólogos habían puesto en su frente. No os extrañe, alguien tenía que resultar culpable.
Esta desdichada tuneladora acababa de empezar su trabajo, cerca de donde el Cinturón Litoral cruza sobre el Passeig de la Zona Franca. Se trata de un ramal de la Línea 9 que se inicia cerca del antiguo cauce del Llobregat, al final de la Calle A, vía que sigue en toda su longitud a través de un viaducto de cerca de 2.5 km de longitud, bajo el cual se ha construido una rambla de la que el Ayuntamiento presume que es el circuito de footing más rectilíneo de la ciudad, pero donde yo no voy a entrenar ni de coña, ni he visto todavía correr a nadie, ya que los gases de los camiones que te rodean no deben ser muy placenteros.

Al llegar al Passeig de la Zona Franca, el viaducto gira 90º y pasa a ser un túnel, y a sólo 600 metros de allí, a la altura de la C/ Motors, la tuneladora tuvo un debut frustrado, y quedó atascada.
Todo este sector deltaico había tenido un pasado agrícola, como lo atestiguan las casi 80 masias que existían en el siglo XIX, de las cuales sólo quedan dos.

Poca gente conoce que justo en este punto existió el primer hipódromo de Barcelona, el de Can Tunis. Se levantó en los terrenos recién desecados del antiguo Estany del Port, relicto del primer puerto romano de Barcelona, y que se situaba al sur de Montjuïc.

Se inauguró con gran pompa en 1.883, al mismo tiempo que el primer ciudadano tuvo el honor, muy a su pesar, de ser enterrado en el también recién estrenado cementerio de Montjuïc, y a él acudía la alta sociedad de la ciudad, que apostaba grandes sumas en las carreras. Incluso en 1.900 el FC Barcelona llegó a celebrar un encuentro que por cierto ganó por 2-1, con un gol decisivo del mismo Joan Gamper.

También se celebraban partidos de polo a los que acudió el rey Alfonso XIII, así como incipientes carreras de automóviles. En 1.910 se hizo en el hipódromo el primer vuelo en el Estado, acudiendo la gente en masa gracias al ahora inimaginable tranvía de Can Tunis, que desde Colón bordeaba lentamente todo Montjuïc por el lado marino, como un precursor del frustado “Volem l’AVE pel litoral”.

Este tranvía, inaugurado en 1.905 y en servicio hasta 1.963, sufría interrupciones temporales por los desprendimientos rocosos, que todavía se producen en el Morrot. Más adelante se celebraron partidos de rugby, y en 1.932 el autogiro de Juan de las Cierva se elevó sobre él. En 1.934 la prohibición de las apuestas condujo al cierre del hipódromo, que volvió a abrirse al inicio de la guerra civil, cuando patrullas milicianas sin control efectuaron allí ejecuciones sumarísimas, es decir asesinatos. A esto se le llama aprovechar bien un espacio público municipal polivalente, vamos, como el Fórum de las Culturas.

Al lado del hipódromo, se situaba la fábrica del Arsenal, donde se construyó parte del monumento a Colón, y también había crecido el barrio de Can Tunis, que vivió su momento de esplendor a principios del siglo XX, gracias en parte a su playa y a los baños Zoraida, hasta que una crisis de peste bubónica en 1.905, que mandó 23 nuevos clientes al cementerio, inició el declive de la zona. Un informe médico de la época, sobre la playa y el suceso decía: “…confundidos en inmoral y asquerosa mescolanza los sexos y las edades, satisfacen allí sus necesidades e instintos hombres y mujeres, púberes e impúberes, sin relación exterior de ninguna clase, y constituyendo una especie de tribu sin autoridad, jerarquías o ley ninguna”. Al paso que vamos, es posible que dentro de poco este discurso no nos suene tan extraño.

Volviendo al tema de la tuneladora, el terreno en el que se introdujo corresponde a la parte noreste del lóbulo izquierdo del delta del Llobregat. En este sector la cuña deltaica intermedia de limos, que separa las arenas de los acuíferos superficial y profundo, es de poca entidad, y va reduciéndose hacia el norte, hasta desaparecer. En cambio las arenas del acuífero superficial tienen una potencia importante, y son densas, lo que permitió diseñar el viaducto mediante pilotes no muy profundos y con una buena capacidad portante, según se dedujo después de una importante campaña de piezoconos (CPTU) y sondeos que tuve el placer de realizar.
Lo que detuvo a la tuneladora fue una capa de bolos situada en la base de las arenas holocenas deltaicas, que a su vez reposaba sobre arenas miocènicas. Se trata de una capa de unos 3-4 m de espesor, formada por cantos y bolos subrodados, siendo frecuentes los diámetros de hasta 1.0 m. Los clastos son exclusivamente de la dura y abrasiva arenisca silícea de Montjuïc, ya que estamos al pie de esta montaña.
La tuneladora sufría mucho al girar en un terreno heterogéneo como éste, ya que en una misma sección frontal de 12 m de diámetro, se encontraba en el techo con las arenas sueltas fluvio-deltaicas, en el centro con la abrasiva capa de bolos, y en la base con arenas miocenas. El cabezal de corte quedó literalmente empotrado en los bolos, y para acceder a su frente y poder repararlo, teniendo en cuenta la presión hidrostática de un nivel freático muy superficial, así como la cercanía a un importante colector, se tuvo que recurrir a sucesivas campañas de inyecciones de jet-grouting, a fin de crear y excavar, frente a la tuneladora, un recinto razonablemente estanco donde poder trabajar.

Los que achacaron la culpa a los geólogos no dejaban de tener parte de razón, ya que los sondeos previos no describían bien esta capa de bolos, ya que se definía como una capa de gravas y algún bolo, sin darle mayor significado ni advertir de la naturaleza silícea de los cantos, ni del gran tamaño de estos. Todos los sondistas saben que el peor terreno para perforar son las gravas y bolos, ya que rompen las coronas si no se conoce muy bien el oficio, y además es un terreno en el que obtener una buena recuperación de testigo no es fácil.
A lo largo de los años he aprendido que las gravas y bolos siempre son más grandes en la realidad que lo que vemos en la caja de sondeos, incluso estando éstos muy bien hechos. Primero porque algunos cantos se fragmentan durante la perforación, y segundo porque es altamente improbable que el sondeo corte el bolo por su mayor  diámetro. Tan sólo analizando la esfericidad y rodadura del clasto puede el geólogo experto deducir si la grava que tiene en su mano refleja fielmente el tamaño real, o corresponde en realidad a un bolo mucho más grande. El testigo de sondeo de la foto tiene 25 cm de longitud, pero la esfericidad del bolo invita a pensar que en realidad su diámetro es claramente superior.




El corolario de todo ello es que sólo una buena testificación del sondeo por parte de un geólogo experimentado puede advertir de posibles problemas, como los que causaron infelicidad a nuestra tuneladora. O sea que enviar el becario/a a testificar no es la mejor de las ideas, si bien este es un pecado que todos hemos cometido.
El origen geológico de esta capa de bolos me tuvo intrigado durante un tiempo. No pueden ser sedimentos fluviales de un antiguo cauce del Llobregat, que haberlo lo hubo, cerca de este sector, ya que el tamaño de los bolos es demasiado grande, y sobre todo, las gravas del Llobregat son poligénicas, y no exclusivamente de la arenisca de Montjuïc.
A raíz de los sucedido, se nos encargó la perforación de una campaña de sondeos a lo largo del passeig de la Zona Franca, para acotar el espesor de la capa, y posición respecto del túnel, y así prever futuras dificultades en la prosecución del túnel.
Durante esta campaña vimos como en la superficie de algunos bolos, había restos fósiles de serpúlidos (ver foto anterior). Se trata de los restos carbonatados, como pequeños tubos retorcidos, que algunos gusanos marinos dejan en las rocas de las playas, parecidos a los que todos hemos visto pegados a las valvas de un mejillón.
Así pues, la capa de bolos y gravas podría corresponder a una antigua playa de bloques rocosos de edad holocena, situada al pie de un paleo-acantilado de Montjuïc en retroceso.
Durante estos sondeos también pudimos constatar dos hechos geológicos no conocidos hasta estos últimos años: el primero es el gran desarrollo que tienen los sedimentos torrenciales de la Riera Blanca, una de las dos grandes arterias torrenciales que drenan el Pla de Barcelona, y que forma un abanico aluvial que se interdigita con los sedimentos deltaicos holocenos. El ápice de este abanico se sitúa en los alrededores de la Plaza Cerdà, y su influencia llega hasta el C/ del Foc.
El segundo es que los sondeos realizados, no sólo perforaron los sedimentos holocenos, y las capas Terciarias de arenas deltaicas tortonienses, propias del mioceno de Montjuïc, sino que después de éstas penetraron en una brecha de arcillas rojizas con muchas gravas metamórficas, típicas de un Mioceno más antiguo, posiblemente burdigaliense. Estos sedimentos son bastante superficiales bajo la actual Ciudad de la Justicia, y gracias posiblemente a un sistema de fallas paralelas a la costa, son cada vez más profundos a lo largo del Passeig de la Zona Franca.
Los paleontólogos conocen la edad de estos depósitos, de origen continental, gracias a los dientes fósiles de roedores como topos y ratones. Así pues, cuando el Ratoncito Pérez de la época perdió definitivamente los dientes, nadie le hizo obsequio alguno, ya que estaba bien muerto y enterrado, pero en cambio, él nos regaló un peculiar método de datación de sedimentos.

Bolivia.
Siempre había querido visitar el lago Titicaca, y en 2.001 tuve la oportunidad de conocerlo, accediendo a él desde Bolivia. Llegamos a la isla del Sol, donde hicimos una pequeña caminata, aquejado yo por el mal de altura, que no se pasó hasta después de mascar demasiadas hojas de coca. Durante la excursión tomamos la siguiente foto, con la cordillera andina al fondo.

Visitamos días más tarde el Salar de Uyuni, cerca de la frontera con Chile. Se trata de una inmensa cuenca endorreica intramontañosa, donde los procesos de evaporación dejan como depósito importantes espesores de sales. Atravesamos el Salar con un todo terreno. En ruta observamos manantiales de aguas subterráneas, donde precipitaban minerales y vivían bacterias que daban color al uniforme blanco del salar.


La siguiente foto está tomada en Isla Pescado, lugar indispensable para todos los que recorren la zona.


Había llovido recientemente, con lo que una parte del salar estaba inundada con una lámina de agua de unos 25 cm de altura, que no impedía circular por el duro fondo salino del lago, lo que hicimos a lo largo de unos 30 kilómetros espectaculares, durante los cuales pude tomar estas otras fotos, que para mí ienen un aire entre onírico y surrealista.



También estuvimos recorriendo los limpios y nítidos desiertos de montaña, fronterizos con Chile, y que son otro motivo exclusivo para visitar esta región.

1 comentario:

jmmc dijo...

Buen trabajo Albert, muy interesante.