Geotecnia de Calidad

jueves, 13 de septiembre de 2012

HOSPITAL DE SANT PAU. GEOLOGÍA, BANCA, Y EL RESCATE DE LA PALMERA


Desde hace años, los banqueros de este país, y los del resto del mundo, se han dedicado a invertir sus ganancias en complejos productos financieros, opacos para el resto de los mortales, que paradójicamente los han pagado, reservándose opulentos sueldos, indemnizaciones y jubilaciones en un entramado de cuentas abiertas en paraísos fiscales de países sin escrúpulos. Poco o nada de estos beneficios revierten en el crecimiento económico de su tierra.
En contadas ocasiones, ahora y antes, alguno de ellos, cercano al final de la vida, cree que debe reconciliarse consigo mismo, y en un ciego ataque de altruismo decide devolver a la sociedad parte de sus rendas.
Pau Gil fue un banquero nacido en Barcelona, que desarrolló su negocio en París, ayudado en parte por la flota de 28 barcos que heredó de su padre. Invirtió en minería y ferrocarriles, y nunca se casó. En su testamento, legó la mitad de su fortuna a sus numerosos y felices sobrinos, ya que tenía diez hermanos (evidentemente los sobrinos desearon no tener tantos primos), mientras que la otra mitad: más de 3 millones de pesetas de 1.896, decidió donarlas al histórico Hospital de la Santa Creu, para construir un nuevo hospital en Barcelona. La única condición fue que llevara su nombre, y aunque no sé si el hombre era un santo, ahí nació el Hospital de la Santa Creu i Sant Pau.

Se compraron unos solitarios terrenos de la finca de Can Xifré, en el límite norte del ensanche de Cerdà, en un espacio de 9 Ha. comprendido entre los torrentes de Can Milans y Can Melis, donde había existido una bòvila de la que se extraían arcillas para la fabricación de tochos. Eran terrenos yermos, ya que la filoxera de 1.890 había acabado con las antaño numerosas viñas. No había edificaciones entre la Sagrada Familia y el futuro hospital.

Esquina Pare Claret - Cartagena a finales del siglo XIX
Rieras y masias a finales del siglo XIX
Ejercicios militares con el Hotel Casanovas al fondo
El proyecto fue encargado a Lluís Domènech i Montaner, que diseñó una maravilla de pabellones conectados subterráneamente, y si bien el legado de Pau Gil no alcanzó para construir los 48 previstos, en 1.916 ya estaban en funcionamiento varios de ellos, haciéndose la inauguración oficial en 1.930.

Esbozo inicial de Lluís Domènech
Un problema temprano fue el necesario suministro de agua. Ésta llegaba a través de 2 minas de agua excavadas al pie del turó de la Rovira, que suministraban  alrededor de 20 litros/segundo. Hace unos años, durante la ejecución del estudio geotécnico de los nuevos edificios del hospital, tuve la oportunidad de visitar estas minas con los amigos de Geotec 262. Descendimos por un pequeño pozo, y nos aventuramos por la estrecha galería. En ocasiones teníamos agua hasta las rodillas, y a veces la bóveda de la galería estaba protegida con mampostería, pero en otras la roca estaba desnuda. Así pudimos cartografiar el contacto intrusivo entre el granito alterado a sauló, y las corneanas cambro-ordovícicas, o como éstas quedaban recubiertas discordantemente por los sedimentos arcillosos cuaternarios.
 
Hace años, el agua de las minas a veces se contaminaba, por las actividades agrícolas, o por el núcleo de barracas que creció en Mas Casanova en la década de los 60, y ello causaba los lógicos problemas no sólo al hospital, sino también a la fábrica de cervezas Damm, situada a poca distancia, en la C/ Rosselló, y que también usaba el agua de las minas para elaborar su producto. Estoy seguro que ahora utilizan un líquido algo más higiénico.
En los últimos años, el hospital ha experimentado un gran proceso de remodelación, que todavía no ha terminado, a pesar de las dificultades económicas y los recortes sanitarios, que espero que no nos retrocedan a difíciles épocas, cuando Joan Llimona hizo el cartel adjunto.

No sólo se ha construido el nuevo hospital, sino que los antiguos pabellones están siendo rehabilitados. Dentro de este proceso, se dotará de energía geotérmica a los edificios históricos, mediante la perforación de numerosos pozos de cerca de 100 m de profundidad, trabajos iniciados hace pocos meses por Catalana de Perforacions.

En estos pozos geotérmicos se aprovecha la temperatura constante de la roca y el agua subterránea a estas profundidades, de manera que si a través de un circuito cerrado se inyecta durante el invierno agua ambiente (fría), ésta sale caliente, y si en verano se introduce agua a mayor temperatura, regresa a la superficie algo más fría. Mediante una bomba de calor, estos diferenciales de temperatura permiten la climatización de los edificios, de una manera eficiente.
Recientemente nuestra empresa fue convocada a un concurso del Hospital, para el estudio geotécnico de dos nuevos edificios, destinados a la investigación. Los precios estaban ya muy ajustados, con lo que para conseguir el contrato añadimos como valor adicional la elaboración de un mapa geológico-geotécnico de todo el recinto hospitalario.
Utilizamos para ello los sondeos de anteriores campañas, realizadas por nuestra empresa, a veces en colaboración con Geotec262, así como otros sondeos que nos fueron facilitados por la Dirección del Hospital.




Tengo clara la utilidad de estos mapas desde hace más de 30 años, y hacerlos públicos es para mí casi una obligación, desde el convencimiento que su divulgación no resta a la necesidad de estudios geotécnicos específicos de cada obra, sino que ayuda a una planificación de los mismos más correcta y eficiente. Todo ello en el bien entendido que no salga el espabilado de turno (que haberlos haylos, aquí y en Castilla León), que temerariamente crea que a partir de estos mapas ya no hay que hacer sondeos.

Sondeo sobre afloramiento de calizas devónicas
La geología del Hospital de la Santa Creu i Sant Pau es un pequeño compendio de la de toda la ciudad. Situado en la parte alta del pla de Barcelona, y con una topografía que desciende hacia el mar, en su zona más elevada (Cartagena – Mas Casanova) afloran las calizas devónicas, las cuales forman un sinclinal que recubre a pizarras negras del silúrico, que a su vez, mediante un complejo sistema de cabalgamientos se superponen a corneanas cambro-ordovícicas. Estas últimas están afectadas por el metamorfismo de contacto inducido por la intrusión granítica tardihercínica, que subaflora en el lateral paralelo a Sant Quintí.

Calizas devónicas del sondeo anterior
Granito alterado a sauló, en la zona C/ Sant Quintí
 En dirección al mar, todas estas rocas paleozoicas del vertiente marítimo del turó de la Rovira, quedan soterradas bajo sedimentos de arcillas y limos pleistocénicos, con espesores que fácilmente superan los 15 m. Cerca de Pare Claret el substrato de estas arcillas dejan de ser las rocas paleozoicas, y pasa a ser las arcillas arenosas verde-amarillento pliocenas.
En el mapa se representa no sólo la distribución de estos terrenos bajo el hospital, sino también el tipo de substrato en cada punto, el espesor del cuaternario, y las isopiezas del nivel freático, ya que existe un flujo de aguas subterráneas en dirección al mar.

Arcillas pleistocénicas
 
Durante la ejecución de los sondeos para los nuevos edificios de investigación, me llamó la atención la presencia de una numerosa colonia de gatos, felices y bien alimentados, que campan a sus anchas por los jardines, y disponen de una serie de cómodas jaulas-comedero. Incluso existe una pequeña organización encargada de cuidarlos.

Geologato
Me encontraba yo un día testificando, también felizmente junto a un gato, un sondeo realizado cerca de Sant Quintí, donde se acababa de derribar el antiguo pabellón del Sagrado Corazón, destinado al tratamiento del cáncer, cuando una señora se acercó y me pidió permiso para entrar en el vacío solar. Me explicó que quería fotografiar la única palmera que allí había.

Antes de marchar me relató, entre sollozos, que había sido médico durante años en aquel pabellón, que la palmera en cuestión había sido plantada por ella, y que en su época salía al pequeño jardín que la rodeaba, con los enfermos oncológicos, a buscar un poco de luz, sosiego y esperanza.


Estaba preocupada por si las obras iban a terminar con su palmera, y yo la calmé diciéndole que transmitiría a la Dirección del hospital su temor, cosa que hice rápidamente. Cuando pasadas una semanas volví al solar, para el control de los piezómetros instalados, la palmera ya no estaba. Había sido trasplantada a otro punto del hospital.
En estos tiempos confusos, cuando la banca que nos ha hundido es rescatada, el país está al borde de la quiebra, Millet sigue jugando al tenis en su jardín, los logros sociales conseguidos en décadas se van al traste, y los ricos son aún más ricos mientras las empresas honestas tienen que cerrar, y enviar la gente al paro, me consuelo pensando en que ha llovido mucho desde el devónico, que los gatos siguen siendo felices en Sant Pau, y que la palmera rescatada seguirá dando un poco de tranquilidad a quien la necesite.


Svalvard
En 2.004 navegamos con el rompehielos Polar Star por el archipiélago de las Svalvard, unas de las islas más septentrionales del planeta, que alcanzan los 80º de latitud, muy al norte de Noruega, país al que pertenecen, y del que distan más de 1.000 km.

Frente del Glaciar Mónaco
 
 Su capital es Longyearbyen, que cuenta con una universidad polar, y en cuyos alrededores existen importantes minas de carbón, explotadas por los rusos.
Longyearbyen
Cada día hacíamos excursiones a pie y en zodiac, contemplando un paisaje espectacular.
English glacier, con el Polar Star al fondo
Polar Star
 Nos adentramos en la banquisa, hasta llegar a 800 km del polo. Divisamos osos polares y nos pasamos horas enteras con el buque varado en el hielo, extasiados ante sus evoluciones, que incluyeron devorar una foca recién cazada.



jueves, 15 de marzo de 2012

LA TUNELADORA INFELIZ Y EL RATONCITO PÉREZ


Hubo un tiempo, no tan lejano, en el que las tuneladoras horadaban a sus anchas, cuales voraces gusanos, el subsuelo de Barcelona. Hasta cuatro de ellas al  mismo tiempo en 2.009-2.010 para el túnel de la línea 9 del metro, y otra más para el AVE de Sagrera a Sants, esa que pasó junto a la Sagrada Familia sin derribarla, a pesar de los malos presagios de quienes quedaron esquemados por el desastre del Carmel.
 
Trabajé haciendo sondeos para todas ellas, a veces con la presión de tener que terminar la perforación en un plazo breve, ya que la tuneladora no podía detenerse, lo que suponía, según me decían, un coste de unos cien mil euros diarios. Ahora en cambio, dos de las tuneladoras de la línea 9 están detenidas desde hace meses por la crisis, una bajo la plaza Lesseps y la otra en Capitán Arenas. Su encuentro y salida sucesiva por el pozo de Mandri no sabemos cuando se producirá, Y yo me pregunto ¿será esto el nuevo modelo de eficiencia económica que necesitamos?
Incluso cuando las tuneladoras eran felices, a veces debían detenerse, para labores de mantenimiento de sus maltratados discos. Sin embargo hubo una que estuvo parada durante más de un año, por culpa del terreno que los geólogos habían puesto en su frente. No os extrañe, alguien tenía que resultar culpable.
Esta desdichada tuneladora acababa de empezar su trabajo, cerca de donde el Cinturón Litoral cruza sobre el Passeig de la Zona Franca. Se trata de un ramal de la Línea 9 que se inicia cerca del antiguo cauce del Llobregat, al final de la Calle A, vía que sigue en toda su longitud a través de un viaducto de cerca de 2.5 km de longitud, bajo el cual se ha construido una rambla de la que el Ayuntamiento presume que es el circuito de footing más rectilíneo de la ciudad, pero donde yo no voy a entrenar ni de coña, ni he visto todavía correr a nadie, ya que los gases de los camiones que te rodean no deben ser muy placenteros.

Al llegar al Passeig de la Zona Franca, el viaducto gira 90º y pasa a ser un túnel, y a sólo 600 metros de allí, a la altura de la C/ Motors, la tuneladora tuvo un debut frustrado, y quedó atascada.
Todo este sector deltaico había tenido un pasado agrícola, como lo atestiguan las casi 80 masias que existían en el siglo XIX, de las cuales sólo quedan dos.

Poca gente conoce que justo en este punto existió el primer hipódromo de Barcelona, el de Can Tunis. Se levantó en los terrenos recién desecados del antiguo Estany del Port, relicto del primer puerto romano de Barcelona, y que se situaba al sur de Montjuïc.

Se inauguró con gran pompa en 1.883, al mismo tiempo que el primer ciudadano tuvo el honor, muy a su pesar, de ser enterrado en el también recién estrenado cementerio de Montjuïc, y a él acudía la alta sociedad de la ciudad, que apostaba grandes sumas en las carreras. Incluso en 1.900 el FC Barcelona llegó a celebrar un encuentro que por cierto ganó por 2-1, con un gol decisivo del mismo Joan Gamper.

También se celebraban partidos de polo a los que acudió el rey Alfonso XIII, así como incipientes carreras de automóviles. En 1.910 se hizo en el hipódromo el primer vuelo en el Estado, acudiendo la gente en masa gracias al ahora inimaginable tranvía de Can Tunis, que desde Colón bordeaba lentamente todo Montjuïc por el lado marino, como un precursor del frustado “Volem l’AVE pel litoral”.

Este tranvía, inaugurado en 1.905 y en servicio hasta 1.963, sufría interrupciones temporales por los desprendimientos rocosos, que todavía se producen en el Morrot. Más adelante se celebraron partidos de rugby, y en 1.932 el autogiro de Juan de las Cierva se elevó sobre él. En 1.934 la prohibición de las apuestas condujo al cierre del hipódromo, que volvió a abrirse al inicio de la guerra civil, cuando patrullas milicianas sin control efectuaron allí ejecuciones sumarísimas, es decir asesinatos. A esto se le llama aprovechar bien un espacio público municipal polivalente, vamos, como el Fórum de las Culturas.

Al lado del hipódromo, se situaba la fábrica del Arsenal, donde se construyó parte del monumento a Colón, y también había crecido el barrio de Can Tunis, que vivió su momento de esplendor a principios del siglo XX, gracias en parte a su playa y a los baños Zoraida, hasta que una crisis de peste bubónica en 1.905, que mandó 23 nuevos clientes al cementerio, inició el declive de la zona. Un informe médico de la época, sobre la playa y el suceso decía: “…confundidos en inmoral y asquerosa mescolanza los sexos y las edades, satisfacen allí sus necesidades e instintos hombres y mujeres, púberes e impúberes, sin relación exterior de ninguna clase, y constituyendo una especie de tribu sin autoridad, jerarquías o ley ninguna”. Al paso que vamos, es posible que dentro de poco este discurso no nos suene tan extraño.

Volviendo al tema de la tuneladora, el terreno en el que se introdujo corresponde a la parte noreste del lóbulo izquierdo del delta del Llobregat. En este sector la cuña deltaica intermedia de limos, que separa las arenas de los acuíferos superficial y profundo, es de poca entidad, y va reduciéndose hacia el norte, hasta desaparecer. En cambio las arenas del acuífero superficial tienen una potencia importante, y son densas, lo que permitió diseñar el viaducto mediante pilotes no muy profundos y con una buena capacidad portante, según se dedujo después de una importante campaña de piezoconos (CPTU) y sondeos que tuve el placer de realizar.
Lo que detuvo a la tuneladora fue una capa de bolos situada en la base de las arenas holocenas deltaicas, que a su vez reposaba sobre arenas miocènicas. Se trata de una capa de unos 3-4 m de espesor, formada por cantos y bolos subrodados, siendo frecuentes los diámetros de hasta 1.0 m. Los clastos son exclusivamente de la dura y abrasiva arenisca silícea de Montjuïc, ya que estamos al pie de esta montaña.
La tuneladora sufría mucho al girar en un terreno heterogéneo como éste, ya que en una misma sección frontal de 12 m de diámetro, se encontraba en el techo con las arenas sueltas fluvio-deltaicas, en el centro con la abrasiva capa de bolos, y en la base con arenas miocenas. El cabezal de corte quedó literalmente empotrado en los bolos, y para acceder a su frente y poder repararlo, teniendo en cuenta la presión hidrostática de un nivel freático muy superficial, así como la cercanía a un importante colector, se tuvo que recurrir a sucesivas campañas de inyecciones de jet-grouting, a fin de crear y excavar, frente a la tuneladora, un recinto razonablemente estanco donde poder trabajar.

Los que achacaron la culpa a los geólogos no dejaban de tener parte de razón, ya que los sondeos previos no describían bien esta capa de bolos, ya que se definía como una capa de gravas y algún bolo, sin darle mayor significado ni advertir de la naturaleza silícea de los cantos, ni del gran tamaño de estos. Todos los sondistas saben que el peor terreno para perforar son las gravas y bolos, ya que rompen las coronas si no se conoce muy bien el oficio, y además es un terreno en el que obtener una buena recuperación de testigo no es fácil.
A lo largo de los años he aprendido que las gravas y bolos siempre son más grandes en la realidad que lo que vemos en la caja de sondeos, incluso estando éstos muy bien hechos. Primero porque algunos cantos se fragmentan durante la perforación, y segundo porque es altamente improbable que el sondeo corte el bolo por su mayor  diámetro. Tan sólo analizando la esfericidad y rodadura del clasto puede el geólogo experto deducir si la grava que tiene en su mano refleja fielmente el tamaño real, o corresponde en realidad a un bolo mucho más grande. El testigo de sondeo de la foto tiene 25 cm de longitud, pero la esfericidad del bolo invita a pensar que en realidad su diámetro es claramente superior.




El corolario de todo ello es que sólo una buena testificación del sondeo por parte de un geólogo experimentado puede advertir de posibles problemas, como los que causaron infelicidad a nuestra tuneladora. O sea que enviar el becario/a a testificar no es la mejor de las ideas, si bien este es un pecado que todos hemos cometido.
El origen geológico de esta capa de bolos me tuvo intrigado durante un tiempo. No pueden ser sedimentos fluviales de un antiguo cauce del Llobregat, que haberlo lo hubo, cerca de este sector, ya que el tamaño de los bolos es demasiado grande, y sobre todo, las gravas del Llobregat son poligénicas, y no exclusivamente de la arenisca de Montjuïc.
A raíz de los sucedido, se nos encargó la perforación de una campaña de sondeos a lo largo del passeig de la Zona Franca, para acotar el espesor de la capa, y posición respecto del túnel, y así prever futuras dificultades en la prosecución del túnel.
Durante esta campaña vimos como en la superficie de algunos bolos, había restos fósiles de serpúlidos (ver foto anterior). Se trata de los restos carbonatados, como pequeños tubos retorcidos, que algunos gusanos marinos dejan en las rocas de las playas, parecidos a los que todos hemos visto pegados a las valvas de un mejillón.
Así pues, la capa de bolos y gravas podría corresponder a una antigua playa de bloques rocosos de edad holocena, situada al pie de un paleo-acantilado de Montjuïc en retroceso.
Durante estos sondeos también pudimos constatar dos hechos geológicos no conocidos hasta estos últimos años: el primero es el gran desarrollo que tienen los sedimentos torrenciales de la Riera Blanca, una de las dos grandes arterias torrenciales que drenan el Pla de Barcelona, y que forma un abanico aluvial que se interdigita con los sedimentos deltaicos holocenos. El ápice de este abanico se sitúa en los alrededores de la Plaza Cerdà, y su influencia llega hasta el C/ del Foc.
El segundo es que los sondeos realizados, no sólo perforaron los sedimentos holocenos, y las capas Terciarias de arenas deltaicas tortonienses, propias del mioceno de Montjuïc, sino que después de éstas penetraron en una brecha de arcillas rojizas con muchas gravas metamórficas, típicas de un Mioceno más antiguo, posiblemente burdigaliense. Estos sedimentos son bastante superficiales bajo la actual Ciudad de la Justicia, y gracias posiblemente a un sistema de fallas paralelas a la costa, son cada vez más profundos a lo largo del Passeig de la Zona Franca.
Los paleontólogos conocen la edad de estos depósitos, de origen continental, gracias a los dientes fósiles de roedores como topos y ratones. Así pues, cuando el Ratoncito Pérez de la época perdió definitivamente los dientes, nadie le hizo obsequio alguno, ya que estaba bien muerto y enterrado, pero en cambio, él nos regaló un peculiar método de datación de sedimentos.

Bolivia.
Siempre había querido visitar el lago Titicaca, y en 2.001 tuve la oportunidad de conocerlo, accediendo a él desde Bolivia. Llegamos a la isla del Sol, donde hicimos una pequeña caminata, aquejado yo por el mal de altura, que no se pasó hasta después de mascar demasiadas hojas de coca. Durante la excursión tomamos la siguiente foto, con la cordillera andina al fondo.

Visitamos días más tarde el Salar de Uyuni, cerca de la frontera con Chile. Se trata de una inmensa cuenca endorreica intramontañosa, donde los procesos de evaporación dejan como depósito importantes espesores de sales. Atravesamos el Salar con un todo terreno. En ruta observamos manantiales de aguas subterráneas, donde precipitaban minerales y vivían bacterias que daban color al uniforme blanco del salar.


La siguiente foto está tomada en Isla Pescado, lugar indispensable para todos los que recorren la zona.


Había llovido recientemente, con lo que una parte del salar estaba inundada con una lámina de agua de unos 25 cm de altura, que no impedía circular por el duro fondo salino del lago, lo que hicimos a lo largo de unos 30 kilómetros espectaculares, durante los cuales pude tomar estas otras fotos, que para mí ienen un aire entre onírico y surrealista.



También estuvimos recorriendo los limpios y nítidos desiertos de montaña, fronterizos con Chile, y que son otro motivo exclusivo para visitar esta región.

domingo, 29 de enero de 2012

LA RAMBLA DE BARCELONA. UNA RIERA POR TODO LO ALTO.


Nací en el Raval de Barcelona, a escasos metros de la Rambla, a la que estuvo unida toda mi infancia y juventud. Por ella paseé con mis amigos, esperé muchas veces a mi novia, y por ella corrí delante de unos señores equipados con porra. Alguna vez, los papeles se invirtieron, y mis amigos manifestantes lanzaron piedras a mi obsoleto Seat 850, conmigo dentro, cuando los policías se parapetaron tras él para lanzarles botes de humo. Aquel día yo solo quería cenar en casa!


Era una Rambla distinta a la actual. Sin estatuas humanas, pero con pájaros enjaulados; sin turistas ni tiendas de recuerdos, pero con marineros. Sucia, pero ciudadana. ¿Era también una riera?

Los olvidados torrentes que cruzan las ciudades, bajo el uniforme y gris asfalto, constituyen un factor geológico importante en el proyecto geotécnico. Por un lado el arroyo puede haber depositado sedimentos poco consolidados, que sin duda podrán generar asientos diferenciales si un edificio se sitúa en parte sobre ellos y en parte sobre suelos más compactos. Además, los antiguos cauces pueden albergar acuíferos colgados, o haber sido rellenados con tierras no compactadas, cuando no con escombros, para nivelar el terreno, lo que puede conducir a los mismos problemas de asiento.

El llano de Barcelona, situado entre la serra de Collserola y el mar, estaba cruzado por una red poco jerarquizada de rieras, limitadas a ambos lados por las más importantes cuencas de la riera Blanca y la riera de Horta, tributarias respectivamente de los deltas del Llobregat y del Besós.

La riera de la Rambla es la d’en Malla, la cual procede de la de Vallcarca, que después de su paso por la siempre maltratada plaza Lesseps, se unía con la de Sant Gervasi en la actual Gala Placidia. Desde allí, y por la riera de Sant Miquel alcanzaba el paseo de Gracia, por donde llegaba a Plaza Catalunya. Vale decir sin embargo, que cuando se abrió definitivamente el paseo de Gracia, allá por el 1.825, la riera fue desviada hacia Balmes – Rambla Catalunya.

Para conocer la posición de las antiguas rieras debe integrarse información de la memoria histórica, archivos municipales y mapas antiguos. El siguiente plano data de 1.706, y muestra el estado de la ciudad, cercada militarmente. Muchas de las rieras, habitualmente secas, eran utilizadas como caminos. En este mapa se observa además, el estany del Port, al sur de Montjuïc, y la laguna de la Llavinera, en el Poble Nou.




El plano de Pedro García Faria, diseñador de la moderna red de alcantarillado, data de 1.893 y con sus curvas de nivel cada medio metro es de una ambición y precisión inimaginables hoy en día.

Aparentemente, y a pesar de su delator nombre árabe, la Rambla de Barcelona no habría sido una riera, ya que las curvas de nivel en el plano de García Faria dibujan un lomo longitudinal elevado, en su tramo inicial entre Canaletes y el pla de la Boqueria, y claro está, se supone que los torrentes suelen circular por el fondo del valle, no por la cresta.



Esta morfología, con calles descendentes a partir del eje de la Rambla, entraba sin embargo en contradicción con datos históricos, como los documentos que atestiguan la presencia de un puente construido en 1.399, que cruzaba la Rambla en su cruce con Portaferrissa, o con algunos hallazgos arqueológicos, como la presencia de sedimentos torrenciales recubriendo los enterramientos romanos de la plaza Villa de Madrid.

También está documentada la presencia de otro puente sobre la Rambla en el pla de la Boqueria, no lejos de donde se construyó el primer edificio inteligente de la ciudad. Este edificio, con una abertura que deja ver el campanario de la iglesia del Pi desde la Rambla,  fue el primer aparcamiento robotizado de la ciudad y se construyó en 1.990. Tiene 11 plantas sótano, y en su momento fue la excavación más profunda realizada en Barcelona bajo el nivel freático, ya que de los 29 m excavados, 20 metros están bajo el agua. Al igual que después en el cercano Teatre del Liceu, las pantallas perimetrales alcanzan casi 60 m de profundidad, y se empotran en margas miocenas relativamente impermeables, de las que hablaré próximamente.

No deja de ser curioso que este edificio llamado inteligente (dejas el coche en la puerta, y un mecanismo lo coloca en el sitio), se averió gravemente al poco de inaugurarse. En cualquier caso, es lo propio de una ciudad que tiene las mejores escuelas de negocios del mundo, pero de las cuales todavía no ha salido ningún sabio lo suficientemente inteligente para sacarnos de la crisis. Brokers listos para mover el dinero de un sitio a otro sí! Probablemente es lo que les interesa!



Volviendo a nuestra Rambla, y atendiendo a criterios puramente topográficos, la riera hubiera entrado en el casco antiguo por el Portal de l’Àngel, siguiendo por Cucurulla, carrer del Pi y parte de Cardenal Casañas, quizás luego por Raurich, hasta su continuación por el carrer dels Còdols.

No fue hasta finales del siglo XX, cuando el recientemente desaparecido geólogo Oriol Riba expuso sus teorías sobre el curso sobreelevado de algunos torrentes, que pueden generar un cono de deyección alargado cuando salvan un desnivel brusco. Este desnivel corresponde en nuestro caso al denominado escalón de Barcelona, talud asociado quizás a una falla Cuaternaria, y que puede reconocerse en la pendiente del tramo superior de la Rambla, o en el desnivel entre Pelayo y Tallers, en la fuerte bajada de la Vía Laietana en su tramo inicial, o en la calle Jonqueres. En realidad, este talud morfológico tiene una ocupación espacial más importante. Se reconoce desde Cornellà hasta L’Hospitalet, y desde Ciutat Vella hasta la Trinitat.

Al salvar el talud, el agua de las rieras pierde energía y deposita sedimentos, con lo que el arroyo transita sobre éstos, elevándose de cota, hasta que en una crecida se desborda y genera un nuevo curso en el cono de deyección, que también acabará elevándose y desbordando. Al agricultor no le interesan los torrentes erráticos, con lo que tiende a proteger el canal torrencial, que contínuamente gana cota. Este proceso es evidente en el recorrido de la riera de Horta, y en otros arroyos que desembocaban en el delta del Besós.

En contra de la teoría de Riba puede argumentarse que el lomo alargado de la Rambla no se inicia en el talud de Canaletes, si no que ya existe aguas arriba de la plaza Catalunya.

En realidad el curso de las rieras ha variado a lo largo del tiempo geológico. Las de Barcelona existían ya desde el pliocuaternario, como lo demuestra el paleorelieve excavado en el substrato mioceno y plioceno.

En el mapa de isobatas del substrato, del Mapa Geotècnic de Barcelona (ICC, 2.000), del cual somos coautores, se observa como las paleocuencas de riera Blanca y riera d’Horta ya existían en el Pleistoceno, así como el paleovalle que se dirigía al Raval.






En cualquier caso, parece cierto que la riera circuló por la Rambla al menos desde la época romana hasta la edad media. Sus sedimentos de gravas y arenas de pizarra procedentes de Collserola no sólo se han encontrado recubriendo la necrópolis de Villa de Madrid, que es de finales del siglo II, si no que nuestros sondeos los han perforado en C/ del Bot, junto a Portaferrisa, en el C/ Petxina (junto a Boquería), y más hacia el mar, en C/ Lancaster.

La muralla medieval del siglo XIII-XIV apoyaba por un lado en el relieve positivo de la coronación del talud o escalón de Barcelona en el tramo Pl. Catalunya – Fontanella – Trafalgar, mientras que la de Jaume I, construida a lo largo de la Rambla a mediados del siglo XIII, podía haber aprovechado, en su base, la morfología convexa de la riera.

Desde la época romana hasta la construcción de la muralla de Jaume I, la riera depositó sobre la necrópolis de la Pl. Villa de Madrid, alrededor de 1.5 m de gravas y limos, lo que implica una tasa de sedimentación de alrededor de 1.5 cm por año.

El crecimiento demográfico de la ciudad desbordó rápidamente el recinto amurallado recién construido, con lo que a finales del siglo XIV se construyó una tercera muralla, que desde Canaletes seguía por Pelayo, Pl. Universitat, Ronda Sant Antoni i Sant Pau, hasta el Paral.lel y les Drassanes. Esta muralla cortó el flujo de la Rambla, que quedó seca a partir de 1.447, convirtiendo su arenal en un verdadero paseo, aprovechado por los ciudadanos. Incluso en Canaletes, al resguardo de la nueva muralla, se construyó el edificio dels  Estudis Generals, la universidad de la época, que funcionó hasta 1.714, cuando después de derrotadas las fuerzas catalanas por Felipe V, éste jorobó aún más al país cerrando la universidad de Barcelona y mandando a los estudiantes catalanes a la entonces lejana Cervera. Ya se sabe, quería que hicieran turismo. La universidad se convirtió en caserna militar, que era lo que correspondía a una ciudad ocupada!

Durante parte de esta época, la riera de la Rambla fue desviada por el foso de las murallas hacia poniente, desembocando en els Horts de Sant Bertan, entre el Paral.lel i Montjuïc. Más tarde, en 1.644, las aguas fueron desviadas hacia levante, y llevadas al Bogatell, en la actual Villa Olímpica.

La ciudad seguía creciendo, y las murallas la encorsetaban. También las de la Ciutadella, fortificación creada después de la derrota catalana, para poder bombardear con cariño la ciudad.

Con el título, y después grito, de Abajo las murallas!, se hizo en 1.841 un proyecto de derribo, e incluso en 1.842 se desmontó una parte de la Ciutadella, lo que motivó que  el General Espartero bombardeara la ciudad desde Montjuïc, cosa a la cual parece que cogió gusto, tal como recientemente nos ha recordado (o amenazado) el ilustre Sr. Peces Barba.




No fue hasta 1.854 que la ciudadanía consiguió que las murallas fueran definitivamente derribadas. Sin embargo, nadie se acordaba de que la Rambla había sido una riera, con lo que el 15 de setiembre de 1.862, durante unas fuertes lluvias, la Rambla volvió a circular con fuerza, inundando todo el Raval y parte del barrio gótico, del que ahora sabemos que es menos gótico de lo que parecía, ya que muchos edificios se travistieron de estilo durante el poco gótico siglo XIX. El agua alcanzó una altura de 70 cm en gran parte del Raval, y sorprendió de visita en la ciudad al creador de El patito feo, La sirenita, y otros cuentos infantiles, el danés Hans Christian Andersen.

Desde el derribo de las murallas, hasta finales del siglo XIX, se produjeron en la Rambla, más de 20 inundaciones, que terminaron con la construcción de grandes colectores. El siglo XX nacía con una Rambla libre de agua, pero preparada para su destino actual, su inundación con estatuas humanas, higiénicos puestos de helados, y masas de turistas, a los que este blog les parecerá un rollo patatero, y probablemente tengan razón.


Antártida.
En 1.985, y poniendo un poco de jeta en el asunto, con la excusa de que además de geólogo era periodista, conseguimos que la armada chilena (sí, la de Pinochet), nos invitara junto con mi esposa, a un viaje a la Antártida. Gratis!


Embarcamos en el buque insignia de la zona naval austral, el Piloto Pardo, de 150 m de eslora y 150 tripulantes, y con dos únicos turistas: nosotros. 


Después de una bonita navegación desde Puerto Arenas hacia el canal de Beagle, visitamos puerto Williams, la ciudad más austral del planeta con permiso de Usuhaia, donde hicimos un alucinante viaje en helicóptero a ras de copa de árbol, en plan Apocalypsis Now. A continuación afrontamos el respetable Cabo de Hornos, y entre olas que barrían la cubierta llena de barriles de carburante, alcanzamos la península antártica.




Estuvimos navegando durante un mes, recorriendo las bases científicas chilenas, cargando y descargando mercancías y víveres. El barco estaba equipado con dos helicópteros, y a menudo  (sobre todo mi mujer, que es más guapa) éramos invitados a volar, a veces sólo para ir a una solitaria isla para cambiar la batería de un faro, o para advertir de la presencia de icebergs en la ruta del navío.

En tierra hacíamos excursiones, acompañados por algún miembro de las bases científicas, siempre dispuestos a acompañar a unos primerizos turistas antárticos. A pie o en motos de nieve, visitamos colonias de pinguinos y de focas, o navegávamos en canoa por la costa, desde la que nuestro navío parecía un refugio en la soledad blanca.




Fue un viaje inolvidable y espectacular. Al final, hasta escribimos algunos artículos periodísticos en revistas de turismo, y períodicos nacionales, e incluso la foto precedente fue comprada por una agencia alemana para ilustrar un calendario.